miércoles, 20 de abril de 2011

Extemporáneo e innecesario acuerdo comercial con Perú

Patria Nueva
Fidel Herrera Beltrán
20 de abril de 2011

1.- Como un despropósito describiría al Acuerdo de Libre Comercio entre México y Perú recientemente concretado por la Secretaría de Economía. Su ejecución no sólo lesionaría aún más al campo mexicano, sino que generaría impactos económicos adversos y situaciones sociales negativas, debido a que Perú es una economía muy parecida a la mexicana en su perfil agrícola y en la temporalidad de las cosechas.

El mensaje de expertos y productores es de cautela, de ser prudentes, pero el Gobierno federal apela a su deseo contumaz de impulsar políticas que antagonizan el interés nacional, a pesar de que ya tiene 19 acuerdos y tratados con más de 50 países. ¿Para qué uno más con un país que produce lo mismo que nosotros en materia agropecuaria?

2.- La inconveniencia de derrumbar las barreras al comercio, sin planeación ni programas de fomento a los sectores primarios y secundarios, presenta más perjuicios que beneficios, como lo confirma que el sector agropecuario cargue con 50 por ciento del déficit de la balanza comercial.

3.- Comencemos por un dato: de acuerdo con la CEPAL, la balanza comercial de los productos agropecuarios de México entre 2003 y 2009 fue deficitaria. Mientras tanto, Perú ha sabido apoyar a sus productores locales para detonar sus exportaciones, como lo muestra la balanza comercial desde 2004.

4.- En 2008 México exportó 291 mil 343 millones de dólares (mdd), a la vez que las importaciones de bienes representaban 308 mil 603 mdd. En cambio, Perú registró exportaciones por 31 mil 529 mdd e importaciones por 28 mil 439 mdd. Si bien el monto de exportaciones peruanas no representa un peligro general para nuestro país, si podría tener efectos devastadores en productores regionales, sobre todo en entidades del sureste mexicano en las que se produce chile, frijol, plátano, cebolla, aguacate, cítricos (naranja, limón y toronja), papa, mango, ajo, uva y productos del sector pesquero.

5.- Consideremos que las características del sector exportador agropecuario peruano y mexicano no son muy distintas, lo que indica que los productos donde México es potencia exportadora no son particularmente demandados por Perú. En la práctica, ello implica que el intercambio entre las dos naciones se centraría en productos industriales y que el sector agropecuario no tendría beneficios, sino más bien perjuicios, al haber nuevos oferentes de los mismos productos.

6.- Por otro lado, hay quien opina que México ha tenido mayor crecimiento en el mercado internacional sin necesidad de realizar estos acuerdos comerciales. Recordemos que entre 2000 y 2010 precisamente el intercambio comercial entre México y Perú creció a una tasa promedio anual de 13 por ciento, pasando de 414 a mil 456 millones de dólares en ese período.

7.- Sin embargo, y más allá de las cifras que deberían hacer reflexionar al Gobierno federal, resulta muy grave que el Consejo Nacional Agropecuario asegure que no fue consultado sobre este acuerdo de liberalización comercial y que la Secretaría de Economía haya ignorado al sector agropecuario nacional en las negociaciones. Al no tomarlos en cuenta, los programas y acciones del Gobierno carecen de valor público y padecen un déficit de legitimidad injustificable en un régimen democrático.

Con este referente, 150 diputados se pronunciaron contra el tratado que firmó el Gobierno federal con Perú a través de una carta abierta. Con ellos, y de la mano de los productores agropecuarios de México, me sumo al llamado que hicieron los diputados federales de la Confederación Nacional Campesina el 15 de abril a los Senadores de la República para que no ratifiquen el Tratado de Libre Comercio con Perú, por no haber cumplido con la consulta, el cabildeo necesario con el sector campesino del país, para analizar las implicaciones de este tratado, su impacto y duración.

8.- Una vez más sostengo que es la hora de respaldar a nuestros campesinos; tenemos la oportunidad de hacer crecer al México rural, apuntalando el mercado interno y fortaleciendo el apoyo estatal a la producción local de alimentos. No es el momento de impulsar acuerdos que debilitan al sector agropecuario. La ruta que debemos seguir es garantizar las capacidades de nuestros campesinos, volvernos competitivos en el mercado interno y recuperar la autosuficiencia en la producción de granos que un día tuvimos.

9.- En el mercado interno hay un inmenso campo de oportunidades. Podremos competir y sacar ventajas de los acuerdos comerciales cuando logremos modernizar los activos productivos de nuestro campo; cuando establezcamos un plan de organización para incrementar la productividad y, sobre todo, promovamos su industrialización, para transformar los productos en su lugar de origen y darles valor agregado.

10.- Debemos recobrar el sentido nacionalista de las políticas públicas. Queda mucho qué aprender de las economías del primer mundo que promueven el capitalismo como la mejor forma de desarrollo, pero al mismo tiempo protegen primero los intereses de sus productores y de su mercado interno, antes de aventurarse en tratados que los lesionen. Un nacionalismo moderno no implica ir en contra de las reformas estructurales ni la apertura comercial, simplemente significa hacer uso de las herramientas de la planeación. No pretendamos ser más competitivos abriendo las fronteras a las importaciones, porque la experiencia indica que por ese rumbo no quedará sector agropecuario qué presumir.

En economía todos saben que un mercado interno fuerte es garantía para salir a conquistar espacios de exportación para nuestros productos. En contraste, una economía débil provoca que los conquistados seamos nosotros.

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