miércoles, 19 de septiembre de 2012

La inminente crisis de los granos básicos

Patria Nueva 
Fidel Herrera Beltrán 
19 de septiembre de 2012
  1. Uno de los resultados del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), suscrito entre México, Estados Unidos y Canadá en 1994, ha llevado a nuestra economía hacia una producción especializada, generándose con ello la modernización industrial en rubros que ofrecen alta rentabilidad en detrimento de áreas que resultan menos competitivas. 2. Si bien el Tratado ha sido positivo en sectores como el manufacturero y el financiero, en otros, especialmente en el agrícola, las consecuencias han sido devastadoras. En la actualidad México no produce los volúmenes necesarios para garantizar la autosuficiencia alimentaria de su población, aumentando en consecuencia la dependencia de importación de granos para abastecer la demanda del mercado interno. 3. El efecto redistributivo de las cargas de producción agrícola entre los países del TLCAN debía atender a las ventajas competitivas de sus economías. Pero ese principio no se ha aplicado con justicia. Recordemos que tras la firma del tratado, no pudimos exportar los excedentes de azúcar por diez años a estos mercados por la existencia de "las cartas paralelas". 4. Hoy resentimos las consecuencias de la dependencia generada bajo este esquema, a lo que además se añade la caída en la producción agrícola por los efectos del cambio climático, elevando los costos de importación. Los consumidores mexicanos tienen que pagar más por lo que comen, al tiempo que obtienen prácticamente el mismo salario.

5. Datos proporcionados por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera del Gobierno federal indican que, a partir de la entrada en vigor del TLCAN, se incrementaron veinte puntos las importaciones mexicanas de maíz y las de trigo ascendieron del 28 al 42 por ciento. En los últimos dos años pasamos de producir 1.1 millones de toneladas de fríjol a 267 mil toneladas y de 23.3 millones de toneladas de maíz a 16.7 millones.


6. Estos datos indican una clara reducción en nuestra producción agrícola, aunado el efecto perturbador ocasionado por la prolongada sequía en grandes regiones del campo mexicano. En el mediano plazo, es decir en los próximos cinco años, se prevé que la sequía no cederá, lo cual constituye un serio problema ya que se traduce en un incremento global en los precios de los commodities. 7. No podemos cambiar la situación de un día para otro, pero sí adoptar medidas inmediatas para recuperar la soberanía alimentaria y revertir la dependencia en la que hemos caído, condición que nos hace vulnerables ante las fluctuaciones de los precios de los productos agropecuarios en el mercado internacional. 8. La revisión de los programas de apoyo al campo bajo un sistema de transferencia de recursos sin contraprestación, sin metas específicas, que terminan siendo exclusivamente un subsidio a la pobreza y no al impulso de la producción, deben modificarse para dar paso a mecanismos de alta disponibilidad de recursos para el campo, condicionados a esquemas de corresponsabilidad financiera y trabajo por objetivos.


9. El decidido impulso a la mecanización y aplicación de nuevas tecnologías en el campo mexicano, así como el uso de semillas mejoradas probadas por su seguridad para el consumo humano, debe combinarse con programas ágiles para la disposición de recursos y rehabilitación de tierras. Tenemos gas natural, las materias primas e incluso la infraestructura para reactivar la producción de fertilizantes en el país, que hoy en su mayoría importamos.


10. No podemos esperar a que el mercado internacional de productos agrícolas se deteriore a tal grado que el costo de los productos alimentarios rebase nuestra capacidad adquisitiva. La autosuficiencia alimentaria es un tema de seguridad nacional y por tanto, piedra angular de nuestra soberanía.


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